viernes, 30 de diciembre de 2011

Vamos como las ovejas

         Madrid es algo más que prisas, ruidos, contaminación… es una ciudad.  Madrid es arquitectura viva, es testimonio de todas las épocas que ha vivido, de todas y de cada una de las personas que han poblado la Villa, que han ido creando su perfil, que han edificado su personalidad.
         ¿ Y qué hacemos con ese riquísimo patrimonio arquitectónico ? Pues ignorarlo.  Los madrileños somos una versión cateta de la ciudad de los muertos vivientes, los “zombies”. Caminamos por cualquier sitio, deambulamos por muchas calles, la recorremos de punta a punta en nuestras peregrinaciones diarias,  pero parece que llevamos una tapa visual en nuestros ojos, como los pollinos que usan en la agricultura.
         Vamos por Madrid con la mirada fija, perdida en el horizonte infinito de nuestras preocupaciones personales, por lo que no nos fijamos en los detalles que nos brinda la ciudad. ¿ Quién es el raro o rara que mira hacia arriba ? ¿ Quién levanta sus ojos para admirar las creativas arquitecturas, los eclécticos edificios, los simétricos balcones y ventanas, los chapiteles y remates escultóricos que coronan algunos tejados, los imaginativos juegos visuales de ladrillo, piedra y cemento…?  
         Madrid nos regala clases de historia en sus edificios: nos brinda inmuebles extraordinarios que ornan sus calles, nos sorprende con algún capricho excéntrico, nos fascina por sus simetrías y asimetrías, nos agota con sus bufonadas pretenciosas, nos ofusca con delirios megalómanos, incluso nos aterra al ver las puñaladas de la especulación inmobiliaria pero, en definitiva, no deja indiferente a aquel que la mira con deseo y curiosidad.

         Y eso es lo que deseo, que miréis más Madrid.

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